Al igual que las tortugas, que recorren enormes distancias solo para regresar al lugar exacto donde nacieron, nosotros también volvemos, una y otra vez, a las creencias que forjamos en la infancia, o incluso antes de nacer. Estas creencias, invisibles como las líneas magnéticas que guían a las tortugas, moldean silenciosamente nuestras decisiones y cómo percibimos el mundo. Sin darnos cuenta, esas creencias son la brújula que guía nuestros pasos.

Pero, así como el campo magnético de la Tierra cambia y obliga a las tortugas a ajustar su ruta, la vida nos empuja a cuestionar esas viejas creencias. Enfrentarse a lo que siempre hemos creído no es sencillo. A veces nos aferramos a esas ideas por miedo a lo desconocido, repitiendo patrones que nos hacen sentir seguros, aunque nos limiten. Cambiar el rumbo requiere valentía y, sobre todo, el deseo de crecer.

En mi propia vida, he aprendido que este proceso no siempre es fácil. Descubrí cómo mis creencias influían en mi bienestar, y cómo influían también en la forma en que guío a mis hijos. He tenido que reajustar mi brújula interna, enfrentando mis propias emociones y aprendiendo de cada experiencia. Porque, al igual que las tortugas, todos podemos encontrar el camino de regreso a nosotros mismos, y desde allí, crear una vida más plena y consciente.